«Cuando escribo siento que mi aula es el mundo y que escribo cada palabra para que sea escuchada por alguien como yo, a quien no conozco personalmente, pero con el que ya he establecido un lazo de comunión espiritual que deseo que crezca y crezca hasta el final del libro…»
Queridos lectores, hoy vamos a hablar de Magdalena, los ojos del corazón, escrito por Joan Martínez Porcell y publicado por el Grupo Editorial Europa .
Magdalena, los ojos del corazón es una obra genial y muy cautivadora que nos cuenta el personaje de Magdalena desde un punto de vista humano y espiritual. Magdalena representa, de hecho, la libertad, la pureza, la autenticidad y, sobre todo, la capacidad de mirar las cosas del mundo con «los ojos del corazón».
Interesante, ¿verdad?
Es por eso que en el Grupo Editorial Europa entrevistamos a Joan Martínez Porcell para conocerlo mejor y descubrir algo más sobre Magdalena, los ojos del corazón.
A continuación ofrecemos la entrevista al autor…
¡Buena lectura!
¿Qué le gustaría decirles a sus lectores?
A menudo los imagino leyendo lo que escribo. Cuando cambio una palabra o añado una coma es para que les llegue lo más claramente posible aquello que siento. Intento pensar con su cabeza y sentir con su corazón, como si estuviéramos en un cara a cara imposible pero deseado. Mi tarea en las clases de filosofía consistió durante treinta años en evitar el riesgo de avanzarme a la reacción (posible) de un alumno y esperar a que llegara por sí mismo a experimentar lo mismo que yo sentía. Entonces experimentaba un gozo maravilloso. La comunicación y la empatía están en los mejores momentos de mi dedicación a la enseñanza. Fue entonces cuando me pregunté: ¿Por qué explicar aquello que se puede experimentar? Fue entonces cuando empecé a escribir, no antes. Cuando escribo siento que mi aula es el mundo y que escribo cada palabra para que sea escuchada por alguien como yo, a quien no conozco personalmente, pero con el que ya he establecido un lazo de comunión espiritual que deseo que crezca y crezca hasta el final del libro. ¿Qué les pediría a mis lectores?, ¡que lean con los ojos del corazón!
¿Hay un momento en particular que le empujó a escribir este libro?
Sí. El recuerdo del desierto. Mientras cursaba las asignaturas bíblicas en la maravillosa ciudad de Toledo eran todavía recientes los hallazgos de los antiguos papiros de Qumrán en el Mar muerto. Durante los veranos en mi Barcelona natal un sacerdote sabio me hablaba con pasión de aquellos documentos que entonces yo desconocía. Empezaron las discusiones sobre el valor de los evangelios apócrifos. Más tarde, en cada uno de mis viajes a Tierra Santa sentía como aumentaba en mí la magia del desierto. Subí hasta lo más alto de la fortaleza de Masada, donde murieron los últimos resistentes judíos a manos de Roma y volvía a comprobarlo cuando viví un tiempo en El Cairo. La fuerza del desierto reside en su silencio. Su verdad es tan poderosa que no permite que te escondas de ti mismo. Por eso su verdad te hace libre. Fue la primera vez que se me ocurrió escribir sobre Magdalena. Ella jamás se escondió de sí misma, y fue tan libre como Juan el Bautista y como todos los que han crecido y sufrido al borde del desierto, físico o espiritual.
¿Qué representa Magdalena para usted?
Magdalena representa para mí el ideal de una mujer auténticamente libre. Dejó que las palabras de Jesús disolvieran la oscuridad y los demonios que encontraba en su interior. Se dejó contagiar por el Reino del que Jesús estaba enamorado. Era agradecida, inteligente, sabia, preguntona, leal, pero, sobre todo, sabía llorar. Lloraba de amor, de dolor, de rabia, de indignación, pero sobre todo lloró de alegría cuando Jesús la llamó a seguirle. Esto le sorprendió. Por primera vez sintió que su vida estaba segura en sus manos. Y entonces pisó fuerte, rompió con los esquemas estrechos del legalismo judío que la ahogaba y sonrió a la libertad cristiana que experimentó el día de Pascua, cuando comprobó que Jesús vencía a la muerte. Entonces se alió con cuantos experimentaban lo mismo, con la madre de Jesús, Juan el apóstol, Pablo el converso… y se unió a proclamar lo que “había visto con sus ojos” “lo que palparon sus manos”. Fue la mejor de los apóstoles. Después de todo únicamente debía proclamar lo que había experimentado, algo que muchos cristianos envidian de ella, aunque sean griegos o conciudadanos nuestros. Ella no idolatraba la ley, ni la magia, ni la razón. La verdad la había hecho libre.
¿Cuándo nació su pasión por la escritura?
De pequeño leía libros de aventuras propios de mi edad, pero también relatos de aventuras “de mayores” que encontraba hurgando en la biblioteca de mis abuelos. De joven fui buen estudiante, y desde muy temprano leí autores clásicos y libros de filósofos y también de santos. Siempre me atrajeron los héroes. No entendía por qué mi temperamento era tan contradictorio. Por un lado, me llamaban “capitán araña” (el capitán trueno, porque siempre fui el primero en organizar aventuras). Pero por otro lado era el “fantasma” que, de repente desaparecía con un libro entre las manos, como hago hoy en día. En medio han quedado escritos más de veinte libros de filosofía, de poca tirada, pero útiles, algunos poemas en catalán y una alabanza al año jubilar llamado “Puerta Santa”.
La pasión la he sentido siempre, pero el tiempo y la oportunidad me ha llegado ahora. Y pienso aprovecharla. Este es la primera novela “en serio”. Cuando la leí me gustó (suelo leer olvidando quién es el autor). Así qué pienso seguir. Palabra.
¿Por qué eligió ese título?
Hace unos años tuve que sumergirme en la biografía de unos personajes impresionantes, llamados “victorinos”, porque fueron monjes agustinos de la abadía de San Víctor en París. Era a finales del siglo XII. Ambiente de cruzados y templarios, cistercienses y Cluny, disputa por las investiduras y crisis de los universales y bla, bla bla…
Uno de ellos -Hugo de San víctor- distinguía tres miradas. No está traducido. Lo leía directamente del latín. Afirma que podemos ver con los ojos del cuerpo, los del alma y los del espíritu. Con los del cuerpo vemos lo sensible y exterior; con los del alma es como “ve” nuestro razonamiento y nuestra psique-. Pero únicamente vemos a Dios con los “ojos del espíritu”. Debido a la creciente y políticamente incorrecta de la afirmación de tratar de Dios (con la honrosa excepción del último nobel de literatura) acuñé la expresión “con los ojos de corazón” con la que pretendo describir el especial y fino análisis del modo de pensar y “tocar” el amor de Magdalena. Ella vio mucho más de lo que veían sus ojos o su pensamiento, porque “miraba” con el corazón. ¡Bendita simplicidad la suya!
En el Grupo Editorial Europa agradecemos a Joan Martínez Porcell por haber respondido a nuestras preguntas y le deseamos buena suerte con Magdalena, los ojos del corazón.
Este es todo por hoy… nos vemos próximamente con tantas novedades en puerta…
Besos y Abrazos
Rachele