
«La flor, con su fragilidad y belleza efímera, simboliza la vida, el crecimiento, la posibilidad de lo nuevo, mientras que el cemento es la imagen de lo opresivo, lo rígido, lo implacable. Este contraste me pareció una metáfora potente de la condición humana, esa constante tensión entre el deseo de transformación y los sistemas que intentan aplastarlo…»
Queridos lectores, hoy vamos a conocer a Que la flor rompa el cemento, escrito por Fermín Lekunberri Cotelo y publicado por el Grupo Editorial Europa.
Que la flor rompa el cemento es un notable policial psicológico narrado en primera persona, una historia de vida íntima y compleja que nos pone frente al sufrimiento, al miedo, al valor de afrontar los monstruos interiores que habitan nuestra alma. Una verdadera obra de arte literaria.
Que la flor rompa el cemento, publicado por el Grupo Editorial Europa, nos pareció tan interesante que decidimos entrevistar Fermín Lekunberri Cotelo para conocerlo mejor y descubrir algo más sobre su obra.
A continuación, ofrecemos la entrevista al autor…
¿Qué le gustaría decir a sus lectores?
Esta obra es un testimonio, un espejo y una búsqueda. Que la flor rompa el cemento no pretende dar respuestas, si no abrir grietas en nuestras certezas. Es una exploración de lo frágil y lo resistente, de la lucha constante entre la dureza del mundo y la vida que insiste en abrirse paso, incluso en los terrenos más hostiles.
A través de Bartimeo y Job, quise invocar voces que cuestionan, que no se rinden ante lo establecido. Ellos son reflejo de quienes buscan sentido en un caos que a veces parece impenetrable, y su camino no es más que un eco de nuestras propias luchas internas.
Este texto es también una invitación a observar lo aparentemente irrompible, a escuchar las fisuras del cemento y, sobre todo, a ser testigos de lo inesperado: una flor, una esperanza, una posibilidad.
Queridos lectores, gracias por permitir que estas páginas sean suyas, por caminar junto a estos personajes, y por confiar en que, incluso en la adversidad, hay espacio para la belleza y la transformación.
¿Hay un momento en particular que le empujó a escribir este libro?
Sí, hubo un momento crucial relacionado con mi propia salud mental que me empujó a escribir este libro. Estaba atravesando una etapa de profundo agotamiento emocional, marcada por una sensación de vacío y desconexión con el mundo. Era como si todo a mí alrededor estuviera cubierto de cemento: pesado, opresivo, impenetrable. Había días en los que el simple acto de levantarme parecía un esfuerzo monumental.
En medio de esa oscuridad, comencé a escribir, no como un ejercicio literario, sino como una forma de sobrevivir. Las palabras se convirtieron en pequeños destellos de luz, en raíces que buscaban algo más allá de esa superficie endurecida. Fue entonces cuando surgió la idea de la flor que rompe el cemento. Esa imagen se convirtió en una metáfora de mi propio proceso: la lucha constante entre el peso de la desesperanza y la necesidad visceral de creer en algo más, en un brote de vida, en una posibilidad de transformación.
Este libro nació de esa batalla interna, de la necesidad de explorar el sufrimiento y la redención como fuerzas profundamente humanas. Más que una obra, es un testimonio de cómo el arte puede ser una grieta por la que entra la luz cuando todo parece perdido.
¿En qué escritores se inspiró?
Me inspiré en varios escritores cuyas obras han sido faros en mi propio viaje literario. En primer lugar, la complejidad filosófica y la mirada crítica de Dostoyevski, especialmente en obras como Los hermanos Karamazov o Crimen y castigo, influyeron profundamente en la creación de personajes que luchan con la moralidad, el sufrimiento y la redención. El modo en que Dostoyevski ahonda en los abismos del alma humana fue una de las luces que guiaron mi escritura.
Por otro lado, la poesía de Rilke, especialmente Cartas a un joven poeta, me mostró la importancia de abrazar la incertidumbre y la soledad como fuentes de crecimiento. En su reflexión sobre el arte y la existencia, encontré una resonancia con la búsqueda de mis personajes.
También hay algo de Kafka, no solo en lo absurdo de las circunstancias, sino en el sufrimiento humano llevado hasta sus extremos, como en El proceso, donde las estructuras de poder parecen deshumanizar al individuo, algo que también exploro en esta obra.
Finalmente, la influencia de escritores latinoamericanos como Borges y Cortázar, con su capacidad para mezclar lo fantástico con lo real, me permitió imaginar mundos donde las reglas de la realidad se retuercen y abren nuevas posibilidades. Todos estos escritores son una especie de compostaje en mi escritura, fusionándose en una visión única que busca explorar la condición humana.
¿Qué representa la redención para usted?
La redención, para mí, es una cuestión profundamente ambigua y, en muchos casos, una ilusión. No creo que sea un proceso lineal o fácilmente alcanzable; más bien, la redención es una constante lucha, un enfrentamiento con lo irredimible de nuestra propia naturaleza. Es, en cierto modo, una toma de conciencia sobre lo que hemos hecho, sobre lo que somos y, sobre todo, sobre lo que aún podemos llegar a ser. Pero, en esta búsqueda, no siempre encontramos consuelo o resolución. A veces, la redención es simplemente el acto de seguir adelante, aunque no haya un final claro, un sentido absoluto.
En mi obra, busco que los personajes se enfrenten a esta cuestión desde una perspectiva que cuestiona las expectativas sociales y religiosas. No se trata de alcanzar la perfección, sino de reconciliarse con las imperfecciones que nos definen. En este sentido, la redención no es un perdón divino o una absolución; es más bien una forma de aceptarse a uno mismo y aceptar las circunstancias sin renunciar a la esperanza, aunque esa esperanza pueda ser
solo un reflejo tenue de lo que podríamos llegar a ser. La redención, entonces, es la resiliencia ante la adversidad y la conciencia de que, incluso en nuestros errores, hay algo que sigue luchando por salir a la luz.
¿Por qué eligió ese título?
Elegí el título Que la flor rompa el cemento porque refleja la contradicción central de la obra: la lucha entre lo frágil y lo indestructible, lo vivo y lo muerto. La flor, con su fragilidad y belleza efímera, simboliza la vida, el crecimiento, la posibilidad de lo nuevo, mientras que el cemento es la imagen de lo opresivo, lo rígido, lo implacable. Este contraste me pareció una metáfora potente de la condición humana, esa constante tensión entre el deseo de transformación y los sistemas que intentan aplastarlo.
En la obra, los personajes se enfrentan a un mundo que parece cerrado, impenetrable, lleno de estructuras que intentan sofocar cualquier atisbo de cambio. La flor que rompe el cemento es una representación de la resistencia, de la esperanza que surge a pesar de las circunstancias adversas. Pero no es una victoria fácil, ni un triunfo sin dolor; es más bien un proceso lento y arduo, lleno de incertidumbre.
Además, el título evoca una imagen poética, como una llamada a la acción y al cuestionamiento: si una flor puede romper el cemento, ¿qué otros límites estamos dispuestos a desafiar? Es una invitación a pensar en lo posible, incluso cuando todo parece estar en contra.
En el Grupo Editorial Europa agradecemos a Fermín Lekunberri Cotelo por su disponibilidad y le deseamos buena suerte con Que la flor rompa el cemento.
Este es todo por hoy… nos vemos próximamente con tantas novedades en puerta…
Besos y Abrazos
Rachele